A algunos pudiera sorprender que Fidel Castro
fuera el único latinoamericano, y además el único político vivo, incluido por
el historiador Joel Stein Essay en un listado publicado en la revista
Time de las que él considera las cien personalidades más influyentes de
toda la historia. Resulta aún más llamativo que el ilustrador del
texto de Joel Stein, Tomazs Walenta, haya situado a Fidel al centro y al
frente, escoltado por dos figuras absolutamente positivas como Martin Luther
King Jr y Albert Eisntein. Aún cuando hay, visto desde América
Latina, omisiones notables en ese listado como Simón Bolívar, José
Martí y Ernesto Guevara o se resiente la ausencia de un africano
como Nelson Mandela, la presencia de Fidel es expresión de la admiración
que sectores intelectuales, celebridades y políticos norteamericanos de todas
las filiaciones sienten por el líder cubano que de manera exitosa ha desafiado
nueve administraciones estadounidenses.
Sólo el libro Absuelto por la historia del
periodista Luis Báez recoge la opinión de numerosas personalidades
estadounidenses sobre Fidel, que van de los escritores Arthur Miller y Alice
Walker, el banquero David Rockefeller, el músico Harry Belafonte,
los actores Jack Nicholson, Kevin Costner, Robert Redford a los cineastas Oliver
Stone, Michael Moore y Sidney Pollack, entre otros. Incluso,
en sus memorias, el primer presidente norteamericano que se enfrentó al líder
cubano, Dwight D. Eisenhower, recoge la opinión de otro mandatario
estadounidense, John F. Kennedy en el sentido de que “Fidel forma parte
del legado de Bolívar”.
Es interesante que Kennedy, quien fuera una de las
némesis de Fidel, autor del bloqueo a Cuba y de la invasión de Playa Girón
-que heredara de Eisenhower- supiera ver en la conducta de Fidel la
continuación de los esfuerzos del Libertador. Pero es la definición del
cineasta Sidney Pollack –director de filmes memorables para los norteamericanos
como Nuestros años felices- el que a mi juicio ha logrado sintetizar
mejor la trascendencia del líder cubano quien, a diferencia de aquellos que han
dirigido los esfuerzos del país más poderoso del mundo por demonizarlo o
asesinarlo, es considerado por muchos un personaje ineludible de la historia
universal.
Pollack declaró en una entrevista a la cineasta Estela
Bravo –cito de memoria-: “Fidel ha empujado el mundo hacia donde él cree que
debe ir”, y de eso se trata, de transformar la realidad, y cambiar la
correlación de fuerzas internacional a favor de los olvidados de la historia.
La historia de América Latina y de África fuera diferente sin los aportes que
la Revolución cubana –encabezada por Fidel- ha hecho, primero por la liberación
nacional, y luego por la consolidación social de gobiernos populares
en esas regiones. Es ese en sentido que Fidel aparece en cualquier listado
junto a figuras como Cristóbal Colón, Einstein, Jesucristo, Mahoma
y Galileo: el mundo ya no será igual después de él.
No son loas cantadas desde el culto a la persona –que
Fidel rechaza-, porque como apunta el intelectual norteamericano Arthur
Schlesinger Jr.: “Fidel Castro no fomenta el culto a la personalidad. Es
difícil encontrar un cartel o incluso una postal de Castro en ningún lugar de
La Habana. El icono de la Revolución de Fidel, visible en todas partes, es el
Che Guevara”; es la gratitud humilde de los pueblos y sus representantes.
Alguien tan reconocido en Estados Unidos como el líder sudafricano Nelson
Mandela tuvo el valor de expresarlo en una conferencia de prensa conjunta con
el entonces presidente norteamericano, Bill Clinton: “jamás olvidaré que
en los momentos más sombríos de nuestra patria, en la lucha contra el
apartheid, Fidel Castro estuvo a nuestro lado”.
Antes, al visitar Cuba, Mandela había expresado:
“Hemos venido aquí con gran humildad. Hemos venido
aquí con gran emoción. Hemos venido aquí conscientes de la gran deuda que hay
con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país puede mostrar una historia de mayor
desinterés que la que ha exhibido Cuba en sus relaciones con África?
“¿Cuántos países del mundo se benefician de la obra de
los trabajadores de la salud y los educadores cubanos?
“¿Cuántos de ellos se encuentran en África?
“¿Dónde está el país que haya solicitado la ayuda de Cuba y que le haya sido
negada?
“¿Cuántos países amenazados por el imperialismo o que
luchan por su liberación nacional han podido contar con el apoyo de Cuba?”
Y detrás de las respuestas obvias que tanto duelen al
imperialismo y sus lacayos, detrás de la naciente Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, detrás de los millones de analfabetos que han
aprendido a leer con el método cubano “Yo sí puedo”, o de los otros tantos que
son atendidos en los lugares más remotos del planeta por médicos de la Isla,
detrás del cerco ético que no pudo romper Barack Obama en la Cumbre de Cartagena de Indias, detrás de las decenas de
miles de hijos de gente pobre que jamás hubieran pisado una Universidad a no
ser en Cuba, como diría el Indio Naborí en la “Marcha triunfal del ejército
rebelde”, hay un nombre: Fidel Castro Ruz. Para muchos que lo admiramos,
sencillamente Fidel, que ha hecho todo lo que ha hecho sin ser un Dios, sino
apenas un mortal, como se decía de los héroes en la Ilíada, ese poema
eterno cantado por Homero, quien, por cierto, encabeza la lista de Time.
(Publicado en CubAhora)
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