El horror como mercancía noticiosa
Por. Fernando Buen Abad Domínguez
No se trata de una “novedad” de ocasión, muertos, heridos y
desaparecidos -a raudales- son una constante del paisaje macabro orquestado por
la terquedad asesina del capitalismo para adueñarse de las riquezas naturales,
del trabajo y de la conciencia de todos los seres humanos. El Apocalipsis en
“cámara lenta”. Son siglos de estulticia y crimen convertidos en industria
bélica además santificados por los bancos y por un empresariado global cómplice
carroñero de asesinatos masivos y a mansalva. Es el capitalismo y su sed de
barbarie. ¿Es eso una noticia nueva? Sálvense las excepciones que puedan
salvarse.
En su mayoría más abrumadora, las industrias de la noticia han sido
también coparticipes del crimen cometido por el capitalismo porque han cumplido
con su rol como asesinas de la verdad en público. A pesar de su “prestigio”
auto-producido, de que se auto-premien y auto-aplaudan; que se digan “decanas
del periodismo”, “paradigmas de la objetividad” y del buen juicio informativo…
lo cierto es que un resumen en perspectiva sobre el rol de la prensa en los
siglos que el capitalismo lleva depredando al mundo, es realmente bochornoso.
Una vergüenza nutrida por episodios infinitos de corrupción, connivencia
criminal y servidumbre mercantil al “delito de lesa humanidad” que es saquear,
explotar y enajenar a los pueblos.
Y una de las peores consecuencias de esa “industria de la
noticia” basada en mentir, con formas sofisticadas, consiste en fabricar
“escuelas” (en todos sus sentidos), en esparcir sus gérmenes ideológicos entre
un séquito de “periodistas” acríticos, mansos y serviles, que reptan por todo
el planeta haciendo metástasis de su estulticia y de su servilismo periodístico.
Dan cátedras, publican libros, enciclopedias y manuales, promueven talleres,
seminarios y coloquios. Todo eso mientras ocurren los crímenes del capitalismo,
sus fraudes políticos, los robos de los banqueros, los saqueos desde las
empresas trasnacionales y el exterminio lento y largo de la clase trabajadora
bajo el peso descomunal de la “legalidad” burguesa. En la prensa ni una
palabra. Muchos egresados de las escuelas del periodismo burgués exhiben con
orgullo las cicatrices de su cerebro donde han sido obturadas todas las
capacidades críticas. Una monstruosidad con títulos universitarios para salir
en la “tele” de sus amos.
Ejercer el trabajo periodístico con la razón anestésica como
editorial oculta, es traficar la ideología del amo a costa, incluso, de los
intereses laborales del “periodista”. Se convierten en sirvientes de una
máquina de guerra ideológica que cierra toda posibilidad de entendimiento
crítico sobre las barbaridades que ocurren y sobre las barbaridades con que se
“informa” al “público”, al “consumidor” o a la “audiencia”. Nunca a un
interlocutor igual a quien se habla. Pero se hacen los “objetivos”, los
“neutros”… ponen carita “inocente” y defienden como fieras su “derecho” a
travestirse como seres informativos “autónomos” o “independientes”. Falacias
todas de mercado con que se domestica una masa de profesionales que no pueden,
que no quieren y que no se interesan por trasformar el mundo que, también a
ellos, explota y aplasta.
Incluso en las “mejores intenciones”, hace falta una herramienta
autocrítica muy ágil y muy penetrante. Nadie está a salvo si vive en las
cloacas del periodismo mercantil acariciando la primicia que lo llevará a la
gloria salarial y a la fama entre crápulas. Algunos codician reportajes sobre
un buen muerto (o un grupo de ellos) jugoso en amarillismo y suculento para el
morbo mediático. Otros anhelan un buen chisme, un episodio escandaloso donde la
estrella sea el que pone el micrófono ente los protagonistas más convenientes a
la lógica de raiting que calienta las pantallas para una tanda de publicidad
postrera. A eso le llaman, orgullosamente, “periodismo”. Y se aplauden entre
ellos y algunos de sus familiares.
A eso nos han acostumbrado en México, por ejemplo. A eso nos
han sometido inconsulta e inclementemente durante décadas y más décadas. Los
monopolios de la “información” atacan a los pueblos diariamente con sus
metrallas de mentiras y “noticias” tendenciosas en las que nadie se salva de
complicidad estructural y sistémica en la lógica de mercantilizar el horror. Como
si fuese eso un logro profesional. Cada episodio macabro es presa de jaurías
“periodísticas” que sale a carroñar su pedacito de gloria “informativa”
arrancada de las fauces de la injusticia, la impunidad o el desamparo social. Y
lo pasan por la tele.
No vamos a quedarnos callados ante este crimen de “lesa
humanidad” no tipificado por las “convenciones éticas” ni de los “derechos
humanos” de las oligarquías. No nos silenciarán las jaurías burguesas por más
que nos ignoren o nos criminalicen por ejercer las capacidades y derechos
democráticos de la critica social. No vamos quedarnos callados ante la barbarie
del periodismos mercantil que a mansalva arrasa con la verdad y siembra su
discurso miserable, mezquino y retrógrada para cobrar unos pesos y ganar palmaditas
de sus amos. No vamos a quedarnos callados por el simple y llano hecho de que
el silencio, en este como en muchos casos, nos hace cómplices.
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