Nunca hubiese pensado que tenía que llevar condones para mi
USB, dice reportera. Retorno al viejo periodismo: notas en papel y
encuentros en personas para evitar espionaje electrónico
Por. Jairo Mejia
Las revelaciones de Edward Snowden sobre la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA) han devuelto a los reporteros a las rutinas del viejo
periodismo: notas en papel y encuentros en persona para evitar el espionaje
electrónico, no exponer a las fuentes y salvar al periodismo de investigación.
Pesos pesados de los medios estadounidenses reunidos esta
semana en Washington denunciaron que, debido al control gubernamental de las
comunicaciones, el periodismo de investigación en la era digital se ha
convertido en un ejercicio “clandestino” que cada vez hace más complicado
acceder a informantes anónimos.
“Hay que recurrir a tácticas de narcotraficante: encuentros en
cafeterías, teléfonos móviles desechables o pagos en efectivo”, explicó Jesslyn
Radack, abogada experta en casos de filtraciones, ante una sala repleta en el
museo periodístico Newseum de Washington, que ha acogido conferencias sobre ese
tema.
Las revelaciones sobre la capacidad de la NSA y otras como la
británica GCHQ de “pinchar” las autopistas de internet, infiltrarse en
servidores y controlar comunicaciones telefónicas han llevado al Tow Center de
la Universidad de Columbia a analizar durante un año el “Periodismo Después de
Snowden”.
Las revelaciones del extécnico externo de la NSA en el verano
de 2013, además de exponer las capacidades técnicas de la inteligencia
estadounidense, fueron una prueba más de la guerra cada vez más generalizada de
la Administración de Barack Obama y otros gobiernos contra los “whistleblowers”
(informantes), que han recibidos duras condenas de cárcel.
Según un estudio del Pew Research Center presentado en las
conferencias, dos tercios de los periodistas de investigación estadounidenses
dan por hecho de que el Gobierno recopila datos sobre sus comunicaciones, pese
a lo cual la mitad no utiliza herramientas para proteger los intercambios con
las fuentes.
Desde las revelaciones de Snowden, el porcentaje de periodistas
que prefiere encuentros en persona con las fuentes frente al correo electrónico
ha pasado del 11 por ciento al 48 por ciento, mientras que no se ha
incrementado significativamente el uso de herramientas de encriptación.
“De nuevo las mejores prácticas de reporterismo son las que se
utilizaban en la Guerra Fría”, opinó Susan Glasser, editora del diario
“Politico”, quien recordó que las agencias gubernamentales operan cada vez más
cómodamente en el secretismo.
En opinión de Morgan Mayhem, director de seguridad digital de
First Look Media, los periodistas pueden ser fácilmente víctimas de espionaje
electrónico porque “el uso de encriptación no está extendido y si usan esas
herramientas quedan marcados como sospechosos”.
“Hace dos años, nunca hubiese pensado que tenía que llevar
condones para mi USB (un dispositivo que bloquea el pin de datos en cargadores
USB)”, explica Julia Angwin, reportera de ProPublica, una organización sin
ánimo de lucro centrada en el periodismo de investigación.
Dean Baquet, editor jefe del The New York Times, uno de los
periódicos que, junto con The Guardian y The Washington Post, publicó las
filtraciones de Snowden, recordó que los periodistas que cubren asuntos de
seguridad nacional toman más precauciones para proteger a sus fuentes, algo que
no ocurre en el resto de disciplinas.
“Hay muchísima información sin declarar, sin descubrir que
tiene que ser trabajada por periodistas”, afirmó Baquet en una sala repleta de
los mejores periodistas de investigación de Estados Unidos.
Snowden, refugiado en Rusia; Chelsea Manning, condenada a 35
años de cárcel por filtraciones diplomáticas y de defensa; John Kiriakou, ex
agente de la CIA que reveló programas de tortura; y más recientemente Jeffrey
Sterling, ex espía declarado culpable de filtraciones después de poner al borde
de la cárcel a un periodista al que supuestamente contactó, son ejemplos de la
mayor presión gubernamental contra las filtraciones.
Un año y medio después de la osada filtración de Snowden, que
reveló programas secretos de espionaje masivo, todos los documentos que obtuvo
descansan en un ordenador sin conexiones en una habitación de la redacción de
The New York Times.
Y, como dijo Marty Baron, editor jefe de The Washington Post,
por responsabilidad y seguridad nacional algunos detalles de esos documentos
nunca se conocerán.
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