A 119 años de la caída en
combate de José Martí
A Patria correspondió
confirmar la tristísima noticia de la caída en combate del mayor general José
Martí: “ÚLTIMA HORA/ Al
entrar en prensa el presente número recibimos la cruel certidumbre de que ya no
existe el Apóstol ejemplar, el Maestro querido, el abnegado José Martí. Patria, reverente y atribulada, dedicará todo su número
próximo a glorificar al patriota, a enaltecer al inmortal […]”.
Fundado por José Martí, el
organizador de la guerra necesaria, el periódico Patria, se hallaba
entrañablemente unido a la labor del Partido Revolucionario Cubano en pro de
alzar la contienda que independizaría a Cuba de la metrópoli española.
Como se sabe, vio la luz por
primera vez el 14 de marzo de 1892. Surgió para el combate y fue un abnegado
soldado de la revolución. Reseñó el surgimiento del PRC —“La proclamación del
Partido Revolucionario Cubano el 10 de abril”, publicado el día 16 de
abril de 1892—; sus objetivos, tareas y avances; semblanzas de los héroes y
reseñas de reuniones, visitas, actividades… que hacían saltar de júbilo el
corazón por el futuro de Cuba. Su principal redactor fue el propio Martí, que,
en aras de la pronta salida de cada número, realizaba cualquier función, la que
cada minuto requería.
Luego de su partida de Nueva York,
durante su estadía en República Dominicana y aun en la manigua redentora, fue
para Martí una esencial preocupación el papel que tocaba desempeñar a Patria,
como parte de la estrategia por él seguida para organizar y llevar a cabo
la guerra necesaria. De ahí, sus continuas referencias al periódico en las
cartas dirigidas a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, sus más cercanos
colaboradores en el PRC, a quienes encargaba continuar velando por la
unidad.
Y es que para Martí, Patria debía
ser la voz de la unidad revolucionaria de todos los cubanos, cualquiera que
fuera su color, credo o concepción política, y aun de los españoles,
aplatanados en esta tierra.
De igual modo, les recalcaba la
necesidad de reiterar continuamente, de una y mil formas, los conceptos claves
reflejados en el Manifiesto de Montecristi y alegrar cada corazón cubano
con relatos y anécdotas plenas de heroísmo.
¿Cuál no sería el dolor que produjo
la noticia de la muerte de Martí en Patria, la pena profunda que su
fallecimiento produjo entre las filas de la emigración fortalecida con su
labor, aquella emigración que lo había visto crecerse y multiplicarse?
La muerte prematura de Martí, en
Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, causó una honda angustia entre quienes
luchaban por la independencia y veían en Martí el futuro de Cuba; ejemplo de
ello son estas palabras escritas por el mayor general Máximo Gómez en su Diario
de campaña: “Esta pérdida sensible del amigo, del compañero y del patriota
[…] abrumó mi espíritu a tal término, que dejando algunos tiradores sobre un
enemigo que ya de seguro no podía derrotar, me retiré con el alma
entristecida./ ¡Qué guerra esta! Pensaba yo por la noche que al lado de un
instante de ligero placer, aparece otro de amarguísimo dolor. Ya nos falta el
mejor de los compañeros y el alma, podemos decir, del levantamiento”.1
La caída en
combate del mayor general José Martí fue un duro golpe para la Revolución. Había
muerto aquel que había sido capaz de penetrar desde muy temprano en la esencia
imperialista y rapaz de Estados Unidos y planeaba la guerra “en silencio” para
“impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las
antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras
tierras de América”.2
Sin embargo, vale
la pena recordar aquí a otro gran cubano, Nicolás Guillén, nuestro poeta
nacional, quien en su “Elegía a Jesús Menéndez”, expresó proféticas palabras
que reflejan la verdad de lo ocurrido con la muerte del Apóstol: “Los grandes
muertos son inmortales: no mueren nunca. Parece que se marchan; parece que se
los llevan, que se pudren, que se deshacen. Pensamos que la última tierra que
les llena la boca va a enmudecerlos para siempre.
Pero la lengua se
les hincha, les crece; la lengua se les abre como una semilla bábara y expulsa
un árbol gigantesco, un árbol duro, cargado de plumas y de nidos”.3
Es cierto que en
aquellos momentos, la pérdida de Martí —y luego la de Maceo—permitió que viejos
desacuerdos salieran a flote y que el Consejo de Gobierno de la República de Cuba en
Armas asumiera actitudes que el propio Martí había criticado con respecto a la Guerra Grande.
Es cierto que la
pérdida de Martí —y de Maceo— facilitó que, con la intervención norteamericana,
se les arrebatara el triunfo a los mambises.
Pero también es
cierto que el pensamiento martiano se ha convertido en guía para la acción y
que a 119 de su caída en combate su semilla ha fructificado en la
intransigencia revolucionaria de nuestro pueblo.
Por. María Luisa García Moreno
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